Hay viajes que se planean con tiempo, otros son improvisados, otros que no se deciden hasta el último momento porque hay que mirar al cielo, al hombre del tiempo, a las páginas de información meteorológica, del estado de las carreteras...
Al final, mereció la pena.
Ver la nieve tan cerca del mar...
Los cielos, los atardeceres...
Pasear bien abrigados y recorrer las calles, las plazas...
contemplar las casas, los balcones, los arcos...
Disfrutar de la tranquilidad y del silencio...
Y muchas anécdotas difíciles de olvidar.